EL PLACER DE VIAJAR

Foto: Carlosctv

Sienta francamente bien hacer un alto en el camino de vez en cuando. No conozco mejor terapia para aliviar la tensión del trabajo diario que cambiar de aires.

Una fabulosa comida en Lerma, unas deliciosas trufas de las clarisas y un paseo nocturno a la orilla del mar en Fuenterrabia, son suficientes para que el stress que reside en mi azotea se aburra y se vaya a buscar nuevos inquilinos con los que ensañarse.

Todo ello acompañado de una estancia en un palacio del siglo XIV-XV, sin niños, me hizo olvidarme durante tres días de quien era, de donde venía y adonde iba. Aunque yo soy un alma de montaña reconozco los efectos sedantes del murmullo de las olas en mi sistema nervioso y la calma que me dejó un largo paseo por la playa de la Concha no creo que la proporcione ningún tranquilizante al uso.


Sin prisas y sin planes, pasé tres días entre Fuenterrabia, San Juan de Luz y San Sebastián que me dejaron el alma serena y la mente quieta. La suerte de poder vivirlo con Juan y compartirlo con buenos amigos como Antonio y Almudena añade un dulce sabor a la serenidad del caminante y al placer de viajar sabiendo que el propio viaje es el destino.

1 comentarios:

Elena dijo...

A mí también me da buenos resultados la misma terapia. En los años que tuve cargo académico, había dejado encargado a un par de amigos de confianza y compañeros de trabajo al mismo tiempo que, cuando vieran que estaba ya demasiado "cargada", me avisaran. Así lo hacían y entonces yo ponía tierra por medio y volvía como nueva.